LA MEMORIA, LA HISTORIA Y EL OLVIDO 2020

Exposición La memoria, la historia y el olvido, Santiago, 2020
Museo de Artes Visuales Santiago, MAVI


LEER TEXTO CURATORIAL

Dependencias lineales

Óleo sobre tela

210 x 280 cm.

2019


De un mapa a otro, el espacio es continuo, el territorio es el mismo

Óleo sobre tela

210 x 280 cm.

2019


Experiencia temporal

Óleo sobre tela

200 x 265 cm.

2018


Funes el Memorioso

Óleo sobre tela

210 x 280 cm.

2019

La melancolía bajo el auspicio de la belleza

Óleo sobre tela

200 x 265 cm.

2019

La persistencia de las huellas

Óleo sobre tela

210 x 280 cm.

2019

Serie El olvido profundo

Tinta china y acrílico sobre papel

6 piezas 80 x 96 cm.

2018

La memoria, la historia y el olvido

Samy Benmayor habla en esta muestra con el lenguaje de la pintura y de los objetos para referir desde la visualidad la cuestión de la memoria, tema que está en la frontera entre las palabras y las imágenes. Benmayor aborda esta fascinante clave de lo humano con las armas del color y de la paráfrasis y traduce a su mundo lo que ha inspirado a un maestro de la palabra como es Paul Ricœur a escribir el libro La memoria, la historia, el olvido. Esta obra produjo en el año 2000 un gran impacto en Francia, pues indagaba con las herramientas de la hermenéutica y con su tino filosófico característico, acerca de un tema que exige la justa distancia para afrontar la fragilidad humana y sus consecuencias con un espíritu de caridad, pero sin opacar el gesto de sospecha inevitable en toda verdadera incursión filosófica.

Encontramos en estas figuras exuberantes de color y pobladas de frases, algo de esa hermenéutica que es una justa mezcla entre lo juguetón y lo serio, que nos emociona y transmite una leve gravedad del ser en sus figuraciones, rasgos que resultan tan propios del trabajo de Benmayor. ¿Por qué ha elegido estas frases y de qué habla en ellas? Es algo que el artista no aborda desde el plano consciente, porque la memoria de la que sus imágenes dan cuenta proviene de un fondo de ser inmemorial y simbólico, de una historia que no es sólo la propia, es una historia en la que se cruza la memoria colectiva, la historia de una vida a la que confluyen otras vidas. Referencias de la memoria que también están en el texto de Ricœur y remiten a la historia como testimonio del pasado, de los que nos han precedido con sus hazañas y sus sufrimientos. Para este filósofo todo texto, y una obra de arte es también algo que podemos “leer”, es en sus diversas formas un mundo que nos habla, que nos conecta con nuestra propia memoria e historia y refresca nuestros olvidos.

Benmayor nos invita con su trabajo minucioso de transcripción de frases a ser interpelados por las imágenes más allá de su letra, pues propone una trama cuya articulación es sugerida por una opacidad inevitable que se refleja en las redes interceptadas por figuras que rompen con la regularidad del color y de la forma introduciendo una cierta impertinencia provocativa en el relato pictórico. Para Ricœur este es el núcleo del desafío hermenéutico: descifrar lo que permanece oculto en lo que se muestra, reencontrar lo que se olvida, recuperar el pasado desde una nueva emergencia que relata lo que ha quedado sin contar, explorando su reserva de sentido. Este eterno retorno al pasado que la memoria hace posible es también una marca de nuestra condición humana perecedera. El “relato” pictórico de estos volúmenes y telas es también un diálogo con el pasado y una forma de resistencia al imperio del presente con la ilusión de que esa materialidad visual pueda retener en parte el paso del tiempo.

Esta pintura exhibe una fina dialéctica de cercanía y distancia donde el artista traspasa su propio mundo privado para entregarse a lo que le habla más allá de sí mismo. Este descentramiento confiado no es un abandono total de sí, pues en él hay una mnémesis o memoria indisponible e involuntaria que aflora desde la intimidad y se plasma en la obra. A este trabajo de la memoria guiado por la imaginación productiva Ricœur lo llama mímesis 1. Es decir, la prefiguración que transforma el lenguaje disponible de la comprensión práctica de la vida y sus recursos simbólicos para la creación de la obra. Esta primera mímesis llama a una segunda mímesis que implica el coraje para romper los lazos y generar lo inédito. Esta mímesis 2 es para Ricœur la génesis propiamente creadora o configuración del texto o de la obra. En estos cubos pintados, empapelados, recubiertos, corpóreos, está la huella configuradora de Benmayor en el gesto que desborda la lógica de las palabras del texto de Ricœur, al jugar con ellas y hacerlas participar de una trama no lineal, cuya circularidad hermenéutica no está dada por los hilos conceptuales que las atan sino por el encaje en redes que circundan sus imágenes. Las letras cobran vida propia formando un mundo que escapa al sentido de las frases, a la significación del autor y aflora una nueva composición o como diría Ricœur, una nueva pertinencia innovadora nacida de la impertinencia del acto pictórico y que otorga un sentido vivo al “texto”. Esta metaforización pictórica crea un mundo geométrico, voluminoso, coloreado, colorido y multiforme. En esa exploración late una búsqueda antigua, que recorre toda la obra de Benmayor en las imágenes que se repiten, icónicas, irónicas, ficticias y reales. Se entrecruzan las palabras y las imágenes, se intercala lo abstracto y lo concreto en una lucha contra el olvido: aparece esta tensión entre lo inmemorial, lo ancestral, ese fondo de ser que se esboza sutilmente en las figuras y lo tangible en la contundencia de los volúmenes, que arraigan a lo concreto y despiertan la emoción de lo vital.

Quizás al reescribir cada palabra o frase Benmayor hace un ejercicio que alienta el deseo de comprensión del sentido, una utopía inevitable de todo lector, y que es un esfuerzo de conexión consigo mismo, con los propios sueños, con los recuerdos del pasado remoto y con la infancia imaginada que trae al presente esa inocencia vital. La imaginación es la loca de la casa decía Teresa de Jesús, y esta locura está presente desde Platón como la musa de los filósofos, peligrosa y al mismo tiempo fecunda. Ricœur la hace parte de toda su filosofía desde la ontología hasta la ética pasando por la política. La imaginación potencia nuestra capacidad para actuar y padecer, para superar la negatividad mediante el deseo de ser. La fuerza creadora de la imaginación está en acto en estos cubos, en estas pinturas, en sus frases que transforman el sentido de las palabras al subvertirlas, cambiarlas, sacarlas del contexto para resignificar el espacio y narrar el tiempo.

Por último, estas obras ofrecen un mundo al espectador, al despertar su capacidad de jugar y entregarse a un lenguaje que no es el propio y que trastoca la monotonía de lo habitual con una propuesta que invita a hacer un paréntesis en nuestro mundo y abrirnos a lo que nos dicen sus figuras, sus redes, sus volúmenes, que entran en una trama múltiple que intentamos descubrir. Ahora estamos en la mímesis 3, el acto de lectura que Ricœur concibe como una fase esencial de la obra, que nos otorga un protagonismo pasajero, para interpretarla, para hacerla parte nuestra, pues al acoger su mundo cambia nuestro actuar. Esta es la refiguración que cierra el círculo hermenéutico. Una obra como la expuesta por Benmayor deja huellas cuando abre posibilidades e invita a imaginar sin clausurar ni instaurar un sentido unívoco, sino polisémico: allí se entrecruzan arte y filosofía, visualidad y concepto.

Beatriz Contreras Tasso